El COVID-19 ha afectado negativamente a personas, empresas, industrias y economías de todo el mundo, y la industria del marisco ha sido uno de los sectores alimentarios más afectados durante la pandemia. El cultivo, la recolección, el procesado y la distribución de marisco proporcionan muchos puestos de trabajo e impulsan las economías locales, todas ellas afectadas por la pandemia. Algunas comunidades costeras dependen totalmente de la industria marisquera como principal fuente de proteínas, empleo y bienestar económico.

La acuicultura nota el descenso de la demanda

El cierre de restaurantes, la disminución de la mano de obra y de los viajes, y la reducción de la demanda debida al COVID-19 han pasado factura al sector de la acuicultura. Los restaurantes, el comercio internacional y la exportación son los principales clientes del sector del marisco. En el Un reciente informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO)), Manuel Barange, director de la sección de políticas y recursos pesqueros y acuícolas de la FAO, aseguró que «los mercados de exportación han permanecido cerrados en su mayor parte, excepto para el pescado congelado, marinado, ahumado y enlatado, que han permanecido estables o han experimentado un crecimiento durante el cierre». Debido a las estrictas restricciones de viaje y al cierre forzoso de restaurantes, se espera que la producción acuícola disminuya un 1,4% este año, a pesar de que la tendencia inicial para 2020 era positiva hasta la llegada del COVID-19.

Las explotaciones experimentan una pérdida de mano de obra y de índices de producción

Aparte de la disminución de la demanda, muchas granjas acuícolas también experimentan un déficit de mano de obra, ya que los trabajadores fueron, y siguen siendo, despedidos o suspendidos, y las granjas luchan por sobrevivir a la pandemia. Esto ha provocado una disminución de la capacidad y un aumento del tiempo de trabajo en las instalaciones de producción y poscosecha. Por ejemplo, la producción de gambas en la India se ha reducido entre un 30% y un 40%, mientras que el salmón ha seguido creciendo (aunque más despacio de lo que debería) hasta ahora, pero se prevé que la demanda de salmón caiga al menos un 15%.

Impacto económico en las comunidades costeras

Muchas pequeñas comunidades costeras dependen de la acuicultura o de la pesca de captura para su bienestar económico, así como para su suministro de alimentos. Las compras de pánico al principio de la pandemia dispararon la demanda de alimentos enlatados o no perecederos, lo que sólo benefició a los distribuidores que también vendían marisco enlatado y/o congelado. La demanda de pescado fresco producido en piscifactorías ha disminuido mucho desde el inicio de COVID-19. El informe de la FAO afirmaEn algunas partes del Mediterráneo y del Mar Negro, más del 90% de los pescadores artesanales se han visto obligados a dejar de pescar durante los cierres, a pesar de ser un sector primario de producción de alimentos, ya que no han podido vender sus capturas y/o los precios del pescado han caído por debajo de un nivel rentable (Euronews, 2020)». Una disminución de la actividad y la producción acuícolas tendrá efectos negativos extremos en estas comunidades si continúa esta tendencia a la baja.

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